En la página web http://www.albertoarenales.com/ encontrareis más información sobre la psicogenealogia, la psicomagia, la terapia transgeneracional y el árbol genealógico.
Ver video psicogenealogía:
jueves, 26 de julio de 2007
arbol genealógico
El árbol genealógico
Examinar la dificultades de una persona era entrar en la atmósfera psicológica de su medio familiar. Comprendí que estábamos marcados por el universo psicomental de los nuestros. Por sus cualidades pero también por sus ideas locas, sus sentimientos negativos, sus deseos inhibidos, sus actos destructivos. El padre y la madre proyectaban sobre el bebé esperado todos sus fantasmas. Querían verlo realizar lo que ellos no pudieron vivir o lograr. Así asumimos una personalidad que no era la nuestra, sino que provenía de uno o varios miembros de nuestro entorno afectivo. Nacer en una familia era, por decirlo así, estar poseído.
La gestación de un ser humano casi nunca se realiza en forma sana. Influyen en el feto las enfermedades y neurosis parentales. Al cabo de cierto tiempo, con sólo mirar moverse y oír unas cuantas frases de mi consultante podía deducir en que forma había sido dado a luz.( si se sentía obligado a hacer todo rápido, había sido parido en escasos minutos, como con urgencia. Si frente a un problema esperaba hasta el último momento para resolverlo mediante una ayuda exterior, había nacido por fórceps. Si le costaba tomar decisiones, había nacido por cesárea, etc.)
Comprendí que la manera en que nos paren, muchas veces no la correcta, nos desvía de nosotros mismos una vida entera. Y estos malos partos dependen de los líos emocionales de nuestros padres con nuestros abuelos. El daño se transmite de generación en generación: el embrujado se convierte en embrujador, proyectando sobre sus hijos lo que fue proyectado sobre él, a no ser que una toma de consciencia logre romper el círculo vicioso. no hay que temer hundirse profundamente en uno mismo para enfrentar la parte del ser mal constituido, el horro de la no realización, haciendo saltar el obstaculo genealógico que se levanta ante nosotros como una barrera y que se opone al flujo y reflujo de la vida.
En esta barrera encontramos los amargos sedimientos psicológicos de nuestro padre y de nuestra madre, de nuestros abuelos y bisabuelos. Tenemos que aprender a desidentificarnos del árbol y comprender que no está en el pasado: por el contrario, vive, presente en el interior de cada uno de nosotros. Cada vez que tenemos un problema que nos parece individual, toda la familia está concernida. En el momento en que nos hacemos conscientes, de una manera o de otra la familia comienza a evoluciona. No sólo los vivos, también los muertos. El pasado no es inamovible. Cambia según nuestro punto de vista.
Ancestros a quienes consideramos odiosamente culpables, al mutar nuestra mentalidad, los comprendemos en forma diferente. Después de perdonarlos debemos honrarlos, es decir, conocerlos, analizarlos, disolverlos, rehacerlos, agradecerles, amarlos, para finalmente ver el "buda" en cada uno de ellos. Todo aquello que espiritualmente hemos realizado podría haberlos hecho cada uno de nuestros parientes. La responsabilidad es inmensa. Cualquier caída arrastra a toda la familia, incluyendo a los niños que están por venir, durante tres o cuatro generaciones.
Los pequeños no perciben el tiempo como los adultos. Lo que para los grandes se desarrolla en un ahora, ellos los viven como se hubiera durado meses y los marca para toda la vida. Los abusos padecidos durante la infancia, una vez vualtos adultos, tenemos tendencia a reproducirlos sobre otros, o bien, sobre nosotros mismos. Si ayer me torturaron hoy no ceso de torturarme, convertido en mi propio verdugo.
Se habla mucho de los abusos sexuales que sufre la infancia, pero se pasan por alto los abusos intelectuales- embutir en la mente del niño ideas locas, prejuicios perversos, racismos, etc-, los abusos emocionales- privación de amor, desprecios, sarcasmos, agresiones verbales-, los abusos materiales- falta de espacio, cambios abusivos de territorio, abandono vestimentario, errores en la alimentación, etc-,
los abusos del ser- no nos dieron la posibilidad de desarrollar nuestra verdadera personalidad, establecieron planes en función de su propia historia familiar, nos crearon un destino ajeno, no vieron quiénes éramos, nos convirtieron en espejo de ellos, quisieron que fuéramos otro, esperaban un hombre y nacimos mujer o viceversa, no nos dejaron ver todo lo que queríamos, no nos dejaron escuchar ciertas cosas, no nos dejaron expresarnos, nos dieron una educación que consistía en la implantación de límites-.
En cuanto al abuso sexual, la lista es larga. Tan larga como la lista de culpabilizaciones: "Me casé obligado porque tu madre estaba encinta de ti, has sido una carga para nosotros, por tu causa dejé mi carrera, quieres irte a vivir tu vida como una egoísta, nos has traicionado, n fuiste lo que nosotros queríamos que fueras, te permites sobrepasarnos y realizar lo que nosotros no pudimos". La historia familiar está plagada de relaciones incestuosas, reprimidas o no; de núcleos homosexuales, de sadomasoquismo, de narcisismo, de neurosris sociales que, como un legado, se reproducen de generación en generación.
extracto del libro "La danza de la realidad"
Examinar la dificultades de una persona era entrar en la atmósfera psicológica de su medio familiar. Comprendí que estábamos marcados por el universo psicomental de los nuestros. Por sus cualidades pero también por sus ideas locas, sus sentimientos negativos, sus deseos inhibidos, sus actos destructivos. El padre y la madre proyectaban sobre el bebé esperado todos sus fantasmas. Querían verlo realizar lo que ellos no pudieron vivir o lograr. Así asumimos una personalidad que no era la nuestra, sino que provenía de uno o varios miembros de nuestro entorno afectivo. Nacer en una familia era, por decirlo así, estar poseído.
La gestación de un ser humano casi nunca se realiza en forma sana. Influyen en el feto las enfermedades y neurosis parentales. Al cabo de cierto tiempo, con sólo mirar moverse y oír unas cuantas frases de mi consultante podía deducir en que forma había sido dado a luz.( si se sentía obligado a hacer todo rápido, había sido parido en escasos minutos, como con urgencia. Si frente a un problema esperaba hasta el último momento para resolverlo mediante una ayuda exterior, había nacido por fórceps. Si le costaba tomar decisiones, había nacido por cesárea, etc.)
Comprendí que la manera en que nos paren, muchas veces no la correcta, nos desvía de nosotros mismos una vida entera. Y estos malos partos dependen de los líos emocionales de nuestros padres con nuestros abuelos. El daño se transmite de generación en generación: el embrujado se convierte en embrujador, proyectando sobre sus hijos lo que fue proyectado sobre él, a no ser que una toma de consciencia logre romper el círculo vicioso. no hay que temer hundirse profundamente en uno mismo para enfrentar la parte del ser mal constituido, el horro de la no realización, haciendo saltar el obstaculo genealógico que se levanta ante nosotros como una barrera y que se opone al flujo y reflujo de la vida.
En esta barrera encontramos los amargos sedimientos psicológicos de nuestro padre y de nuestra madre, de nuestros abuelos y bisabuelos. Tenemos que aprender a desidentificarnos del árbol y comprender que no está en el pasado: por el contrario, vive, presente en el interior de cada uno de nosotros. Cada vez que tenemos un problema que nos parece individual, toda la familia está concernida. En el momento en que nos hacemos conscientes, de una manera o de otra la familia comienza a evoluciona. No sólo los vivos, también los muertos. El pasado no es inamovible. Cambia según nuestro punto de vista.
Ancestros a quienes consideramos odiosamente culpables, al mutar nuestra mentalidad, los comprendemos en forma diferente. Después de perdonarlos debemos honrarlos, es decir, conocerlos, analizarlos, disolverlos, rehacerlos, agradecerles, amarlos, para finalmente ver el "buda" en cada uno de ellos. Todo aquello que espiritualmente hemos realizado podría haberlos hecho cada uno de nuestros parientes. La responsabilidad es inmensa. Cualquier caída arrastra a toda la familia, incluyendo a los niños que están por venir, durante tres o cuatro generaciones.
Los pequeños no perciben el tiempo como los adultos. Lo que para los grandes se desarrolla en un ahora, ellos los viven como se hubiera durado meses y los marca para toda la vida. Los abusos padecidos durante la infancia, una vez vualtos adultos, tenemos tendencia a reproducirlos sobre otros, o bien, sobre nosotros mismos. Si ayer me torturaron hoy no ceso de torturarme, convertido en mi propio verdugo.
Se habla mucho de los abusos sexuales que sufre la infancia, pero se pasan por alto los abusos intelectuales- embutir en la mente del niño ideas locas, prejuicios perversos, racismos, etc-, los abusos emocionales- privación de amor, desprecios, sarcasmos, agresiones verbales-, los abusos materiales- falta de espacio, cambios abusivos de territorio, abandono vestimentario, errores en la alimentación, etc-,
los abusos del ser- no nos dieron la posibilidad de desarrollar nuestra verdadera personalidad, establecieron planes en función de su propia historia familiar, nos crearon un destino ajeno, no vieron quiénes éramos, nos convirtieron en espejo de ellos, quisieron que fuéramos otro, esperaban un hombre y nacimos mujer o viceversa, no nos dejaron ver todo lo que queríamos, no nos dejaron escuchar ciertas cosas, no nos dejaron expresarnos, nos dieron una educación que consistía en la implantación de límites-.
En cuanto al abuso sexual, la lista es larga. Tan larga como la lista de culpabilizaciones: "Me casé obligado porque tu madre estaba encinta de ti, has sido una carga para nosotros, por tu causa dejé mi carrera, quieres irte a vivir tu vida como una egoísta, nos has traicionado, n fuiste lo que nosotros queríamos que fueras, te permites sobrepasarnos y realizar lo que nosotros no pudimos". La historia familiar está plagada de relaciones incestuosas, reprimidas o no; de núcleos homosexuales, de sadomasoquismo, de narcisismo, de neurosris sociales que, como un legado, se reproducen de generación en generación.
extracto del libro "La danza de la realidad"
ANCELIN SCHUTZENBERG
Entrevista
Entre las cuestiones que dejan en herencia los antepasados no están solamente la sangre, el apellido, los bienes o los parecidos físicos. También nos entregan sus conflictos, a menudo irresueltos, y los dejan sin querer en manos de sus descendientes, nosotros, que tampoco sabemos bien qué hacer con ellos.
Así, pueden repetirse durante varias generaciones enfermedades, situaciones trágicas, relaciones difíciles o muertes prematuras en una misma familia, sin que se advierta su conexión. Es que buena parte de los dramas familiares radica en lo no dicho, en los secretos que se pretende ocultar y que siempre, por una u otra ranura, escaparán.
Anne Ancelin Schützenberg, psicoanalista francesa, terapeuta de grupos y profesora emérita de la Universidad de Niza, es una reconocida especialista internacional en el tema, y recientemente visitó Buenos Aires.
-¿Hay familias o casos en que es más útil su forma de trabajo?
-(Piensa y demora en responder.) Es más útil cuando hay repeticiones históricas en una familia.
-¿Pero cómo se conocen las repeticiones si uno de los problemas es que las familias guardan secretos?
-A veces la gente siente que hay "algo" ahí que no está del todo claro.
-¿Entonces?
-Entonces busca. Por ejemplo, me tocó ver a una joven que tenía una hermana melliza. Después de la muerte de su madre, esta muchacha se enfermó mucho. El médico de su madre le dijo que estudiara un poco qué había pasado en el momento de su nacimiento. La joven buscó, investigó y descubrió que eran dos niñas adoptadas, que no eran mellizas aunque se las vestía como si lo hubieran sido. Sufrió mucho, pero estuvo mejor desde que supo la verdad. Hizo una psicoterapia y se restableció.
-En tanto el hijo adoptado no conoce su historia familiar biológica, ¿no sufre un daño aunque sea amado y se le diga la verdad? ¿Desaconseja la adopción?
-No, no la desaconsejo. Los chicos están mucho mejor en una casa adoptiva que en un orfelinato. Muchos hijos adoptados sufren por haber sido o sentirse rechazados por sus padres biológicos. Pero lo más traumatizante no es nunca la adopción, sino el secreto.
-Usted trabaja con un genosociograma, un árbol genealógico donde incluye varias generaciones, consignando nombres, parentescos, profesiones... ¿Lo construye a partir de lo que el paciente dice?
-El paciente lo hace de memoria y se verifica después. A veces la persona dice: Nací tal día... No, me equivoqué, nací otro día, y en ese caso la fecha supuestamente falsa es tan importante como la fecha verdadera.
-¿Cree que existe un alma familiar transgeneracional a través de la que viajan ciertos conflictos?
-No. Personalmente creo en el alma, pero pienso que el alma es individual. Pienso como Freud, que lo que no conocemos es como un iceberg: las dos terceras partes están bajo el agua, y eso es lo que nos está gobernando.
-¿Entonces cree en un inconsciente familiar o colectivo?
-Freud descubrió el inconsciente individual, Jung el inconsciente colectivo, Moreno el inconsciente familiar y ahora hablamos de un inconsciente familiar transgeneracional.
-Usted relata casos de personas que enferman a la misma edad en que enfermó o murió un familiar muy cercano con frecuencia trágicamente y que de esa manera se establecen lealtades invisibles entre ellos. Si se advierten esas coincidencias, ¿la persona se cura?
-Hay un efecto sorpresa, de catarsis o de shock. Y a veces la persona se cura, aunque lo importante es que la sanación permanezca.
-¿Y cómo se logra?
-Para que los cambios perduren es necesario que se inscriban en el inconsciente y en el cuerpo, en el sistema biológico. Y esto lleva tiempo.
-¿Hay gente en la Argentina formada con su estilo de trabajo?-No. Hay psicoanalistas y psicodramatistas que están empezando a trabajar sobre repeticiones familiares.-¿Siempre se logra catarsis?
-No siempre. Hay un fin simbólico que se le da a la historia. Por ejemplo, hice una demostración en Alemania con una mujer que no tenía hijos, aunque ella y su marido eran fértiles.
Le pedí que hiciera el árbol genealógico. Le pregunté cuál era la profesión del padre. Era militar. La profesión del abuelo, militar y la misma del bisabuelo. Y me dijo: No busque más. Es una familia de prusianos; son militares desde la época de las Cruzadas. Le pregunto si habían participado en las Cruzadas, me dice que sí.
Yo utilizo mi inconsciente cuando trabajo, no para decir lo que siento sino para utilizar lo que estoy sintiendo. Entonces me pasa por la cabeza un libro que se llama "Las Cruzadas vistas por los musulmanes", escrito por un musulmán, y le digo que en este libro cuentan que los cruzados tomaban a los chicos musulmanes por los pies y les rompían la cabeza contra los muros.
Cuando le digo esto, la señora empieza a gritar. Grita y llora, y le digo: Deje salir la emoción . Después yo murmuro "pobres chicos", y ella dice "sí, pobres chicos." "Estos chicos deberían estar en paz", agrego, y ella asiente. Entonces pregunto qué podríamos hacer, y dice que habría que cantar una canción de cuna en árabe. Era difícil porque estábamos en Alemania, en un congreso de europeos. Creo en mi propia suerte. Pregunté en la sala si alguien conocía una canción de cuna árabe y alguien dijo "soy partera, de Yemen", entonces cantó una canción de cuna árabe. La mujer se calmó. Después de eso su vida cambió positivamente.
-¿Cree en la reencarnación?
-Tuve una conversación muy interesante con el Dalai Lama. El me preguntó qué pensaba de la reencarnación, y le respondí que no puedo ver a mi abuelo como una vaca sagrada. Es respetable, pero no es mi cultura. Lo que veo es que se repiten cosas de la propia familia y que cuando se busca se encuentran las repeticiones. A veces hace falta tiempo, a veces es imposible. Y otras veces se encuentra, y mucho.
DIDIER DUMAS
El Retorno de los Antepasados
Si me he interesado en la acupuntura, en el taoísmo y en el chamanismo - siendo un psicoterapeuta freudiano - es en gran parte porque estas disciplinas se preocupan de fantasmas, es decir, de nuestros parientes, amigos, abuelos que han «muerto mal» y que, de una manera u otra, nos «penan». Preocuparse de aquellos de nuestros muertos que no pueden tranquilamente «seguir su camino» es un trabajo de higiene mental indispensable que debe hacerse por el interés tanto del difunto como de aquellos que le sobreviven.
En toda época y en todas las culturas - salvo en la nuestra - este trabajo ha sido considerado como esencial. Las consecuencias patógenas que esto implica para nosotros actualmente, sin que lo sepamos, son enormes. Estamos literalmente invadidos por agonías y duelos no llevados a término o mal asumidos, rodeados de almas en pena. Felizmente, hará treinta años que el Occidente redescubre el acompañamiento a los moribundos, y veinte que ha comenzado con un trabajo a fondo sobre las relaciones transgeneracionales con los antepasados. Esto ha ocurrido a partir de lo que el psicoanalista Nicolás Abraham ha llamado "fantasmas", tanto como de mis propios estudios sobre el tema, siguiendo a los de Piera Aulagnier.
Diferentes clases de problemas pueden haber causado el hecho de que los muertos de nuestra familia no hayan podido liberarse antes de morir de sus traumas, sus sufrimientos y sus ilusiones. En el lenguaje de Nicolás Abraham, el fantasma es «un objeto del inconsciente transmisible de inconsciente a inconsciente en las relaciones de filiación». Este concepto modifica considerablemente la visión psicoanalítica ya que, para Freud, el inconsciente sólo está constituido con vivencias olvidadas de nuestra infancia. Según Abraham, se trata de vivencias olvidadas, pero ellas también pueden corresponder a nuestros padres o antepasados más lejanos, aun varias generaciones distantes de nosotros.
En la visión chamánica, que constituye una subbase antropológica universal - de donde se derivan todas las otras religiones - los muertos que no han podido alcanzar las puertas de la «Gran Luz», por diferentes razones, se encuentran prisioneros de su angustia o de sus ilusiones. A veces ¡ni siquiera saben que están muertos! Ellos giran en torno a sus descendentes como almas en pena. Es necesario ayudarlos a desapegarse y liberarlos, tanto por su interés como por el nuestro. Se trata de una tarea de salubridad pública, la que - en nuestros días - nos hace mucha falta.
No soy alguien que funcione según una creencia en vidas futuras después de la muerte. No estoy investigando, por ejemplo, si la reencarnación existe o no. Ese no es mi problema. Yo me baso en la experiencia clínica. Mis investigaciones se refieren a la realidad de nuestras experiencias mentales. Y la forma en la que la muerte se presenta a nosotros es una de ellas. Lo que yo constato es que toda la investigación sobre la agonía y la muerte, sobre el duelo y los estados de consciencia observados en este amplio campo, demuestra en primer lugar hasta qué punto nos falta información sobre la muerte, y hasta qué extremos llega lo poco que sabemos sobre el psiquismo humano.
Mi experiencia personal es la de un terapeuta que ha trabajado durante diez años con niños psicóticos. Estos niños me han enseñado todo lo que sé hasta ahora. Se me había presentado a los niños psicóticos como desequilibrados, pero nadie me había dicho que tenían también dotes extraordinarias. Sólo una psicoanalista - Françoise Dolto - había afirmado que todo niño es naturalmente telepático. Ella, junto con Winnicott, ha establecido las bases del psicoanálisis infantil. Todos los otros, el mismo Freud, su hija Ana, Melania Klein, etc., no hicieron más que aplicar teorías de adultos sobre niños. Durante los diez años en los que me he ocupado de niños psicóticos, he encontrado casos inexplicables. Como aquel pequeño que venía siempre a la consulta con frascos llenos de avispas, ellas le trepaban por las manos sin picarlo jamás. ¿Cómo explicar eso?
Me he demorado bastante en comprender que los niños psicóticos, y especialmente los autistas, tienen la capacidad de autoanestesiarse. La pequeña Alicia podía arrancarse jirones de piel sin manifestar dolor. Y el día en que una peritonis estuvo a punto de llevársela, ella entró en el hospital sonriendo hasta las orejas, siendo que la peritonitis es una infección atrozmente dolorosa para la mayor parte de la gente.
Alicia también se golpeaba la cabeza contra las paredes... Un día descubrí que su madre sufría de terribles jaquecas. Otra vez, cuando ya nadie sabía qué hacer con ella - estaba entrando en la adolescencia - Alicia se lanzó bajo un automóvil. Traté de comprender por qué había querido suicidarse y las cosas empezaron a aclararse.
Ella había hecho esto para resolver el problema que le causaba a sus padres y a las normas sociales, pero lo había hecho sin afectividad. Vivir o morir le era igual. Comencé a comprender que los niños psicóticos viven según un funcionamiento fetal en el que el dolor y la muerte no son como nosotros los conocemos. Ellos no tienen la misma relación con la muerte que nosotros: no experimentan afectividad sobre la
cuestión de morir.
Cuando se llega a entrar en su lenguaje, uno percibe que los niños psicóticos actúan según una sola cosa: el pasado genealógico de su familia, del cual exploran incansablemente el inconsciente. Para mí, ese mal universal que las culturas tradicionales llaman “la enfermedad de los antepasados”
Para aclarar lo que es un fantasma habría que hablar de Juan Miguel, respecto al cual demoré meses en comprender que su rechazo a encarnar - ¿qué otra cosa es el autismo? - se explicaba por el suicidio de sus dos abuelos al regreso de la Primera Guerra Mundial. Desmovilizados al mismo tiempo, constataron - cada uno en su hogar respectivo - que ya no había lugar para otro hombre en la casa.
En general, un niño muestra ansiedad cuando escucha a sus padres narrar un hecho anterior a su nacimiento. «¿Y yo, dónde estaba entonces?» pregunta con insistencia. Tradicionalmente, sus padres responden: «Tú estabas todavía en el cielo.» O bien, «Tú estabas en nuestro corazón». ¿El niño existía ya, antes de ser concebido, en el deseo y el pensamiento de sus padres? Descubrir esto es importante. Tenemos tendencia a considerar que el útero de la madre constituye la matriz de nuestro cuerpo y de nuestra estructura mental. Desde un punto de vista psicoanálitico, esto es falso. Lo que determina los síntomas, y también el destino y toda la vida de un sujeto, es el conjunto de actividades mentales concernientes a él, que hayan existido antes de que naciera. La matriz de nuestro cuerpo es, efectivamente, el útero de nuestra madre, pero la matriz de nuestras estructuras psíquicas es el conjunto de las actividades mentales, conscientes e inconscientes, expresadas o no en palabras, y también las fantasías, que han hecho que dos células pudieran encontrarse y producir un embrión.
Esto vale para la tendencia edipiana del niño como para todo lo que concierne a su relación con la vida y la muerte. Hace que él se pueda representar un tiempo en el que ya existía potencialmente, antes de su nacimiento, en el deseo y en el lenguaje de sus padres. Así el niño podría pensar en que también él y otros pueden continuar existiendo después de la muerte, en el recuerdo y en el lenguaje. A un padre muerto, siempre se le podrá hablar... Es necesario comprender todo esto para captar en qué género de vacío erraba el pequeño Pedro cuyos padres pasaban por alto el hecho de cualquier relación entre hacer el amor y procrear un hijo. Su padres le habían permitido encarnar en su cuerpo físico, pero no en su cuerpo mental. Una atrofia mortal, frecuente en la concepción de niños autistas. (...)
Françoise Dolto haciendo referencia a lo que ella llamaba la «imagen inconsciente del cuerpo»: una especie de armadura inmaterial, en permanente movimiento, que coordina todas nuestras funciones psíquicas y nos permite entrar en contacto con los otros. La imagen inconsciente del cuerpo de esta mujer era parasitada por la presencia de un fantasma transgeneracional , que ya había sufrido su madre y probablemente su abuela.(...)
Los términos «abuelo» o «abuela» no existían en toda la obra teórica de Freud. Fue un interrogante que se planteó al comienzo de sus investigaciones (se lo encuentra en sus cartas a su amigo Fliess). Pero, desde que estructuró su teoría, él rechazó radicalmente esta manera de considerar la enfermedad mental: que se necesitaran dos o tres generaciones para fabricar un psicópata. Freud no era psiquiatra sino neurólogo. No había jamás tratado psicóticos.
Era una de sus oposiciones al psiquiatra Jung, que sí procuraba curarlos. Freud no ignoraba que pudieran trasmitirse trastornos mentales en la relaciones filiales, pero era algo en lo que había rechazado interesarse. A ese respecto, una vez respondió: «Espero no tener que ocuparme de ello mientras viva.»
El primer analista que ha dicho que la psicosis podía reflejarse a lo largo de tres generaciones fue Françoise Dolto. Ella no perdía su tiempo discutiendo teorías, pero no tenía miedo de hablar de sus experiencias clínicas. Y aunque nadie la comprendiera, se obstinaba en ser la portavoz de los niños. Cuando se le pedía una explicación de su manera de funcionar - tanto su fabulosa intuición como su generosa e impresionante fuerza de trabajo - ella respondía que tenía una «estructura débil». Lo decía muy seriamente y eso me impactó la primera vez que la escuché.
En cierto sentido, Françoise Dolto me recuerda a Elisabeth Kübler-Ross. En la Edad Media, a esas mujeres se las llamaba santas.
Didier Dumas
Extracto del libro "El Angel y el Fantasma"
VOLVER A LA WEB
Etiquetas:
arbol genealogico,
Psicogenealogia
Suscribirse a:
Entradas (Atom)