El árbol genealógico
Examinar la dificultades de una persona era entrar en la atmósfera psicológica de su medio familiar. Comprendí que estábamos marcados por el universo psicomental de los nuestros. Por sus cualidades pero también por sus ideas locas, sus sentimientos negativos, sus deseos inhibidos, sus actos destructivos. El padre y la madre proyectaban sobre el bebé esperado todos sus fantasmas. Querían verlo realizar lo que ellos no pudieron vivir o lograr. Así asumimos una personalidad que no era la nuestra, sino que provenía de uno o varios miembros de nuestro entorno afectivo. Nacer en una familia era, por decirlo así, estar poseído.
La gestación de un ser humano casi nunca se realiza en forma sana. Influyen en el feto las enfermedades y neurosis parentales. Al cabo de cierto tiempo, con sólo mirar moverse y oír unas cuantas frases de mi consultante podía deducir en que forma había sido dado a luz.( si se sentía obligado a hacer todo rápido, había sido parido en escasos minutos, como con urgencia. Si frente a un problema esperaba hasta el último momento para resolverlo mediante una ayuda exterior, había nacido por fórceps. Si le costaba tomar decisiones, había nacido por cesárea, etc.)
Comprendí que la manera en que nos paren, muchas veces no la correcta, nos desvía de nosotros mismos una vida entera. Y estos malos partos dependen de los líos emocionales de nuestros padres con nuestros abuelos. El daño se transmite de generación en generación: el embrujado se convierte en embrujador, proyectando sobre sus hijos lo que fue proyectado sobre él, a no ser que una toma de consciencia logre romper el círculo vicioso. no hay que temer hundirse profundamente en uno mismo para enfrentar la parte del ser mal constituido, el horro de la no realización, haciendo saltar el obstaculo genealógico que se levanta ante nosotros como una barrera y que se opone al flujo y reflujo de la vida.
En esta barrera encontramos los amargos sedimientos psicológicos de nuestro padre y de nuestra madre, de nuestros abuelos y bisabuelos. Tenemos que aprender a desidentificarnos del árbol y comprender que no está en el pasado: por el contrario, vive, presente en el interior de cada uno de nosotros. Cada vez que tenemos un problema que nos parece individual, toda la familia está concernida. En el momento en que nos hacemos conscientes, de una manera o de otra la familia comienza a evoluciona. No sólo los vivos, también los muertos. El pasado no es inamovible. Cambia según nuestro punto de vista.
Ancestros a quienes consideramos odiosamente culpables, al mutar nuestra mentalidad, los comprendemos en forma diferente. Después de perdonarlos debemos honrarlos, es decir, conocerlos, analizarlos, disolverlos, rehacerlos, agradecerles, amarlos, para finalmente ver el "buda" en cada uno de ellos. Todo aquello que espiritualmente hemos realizado podría haberlos hecho cada uno de nuestros parientes. La responsabilidad es inmensa. Cualquier caída arrastra a toda la familia, incluyendo a los niños que están por venir, durante tres o cuatro generaciones.
Los pequeños no perciben el tiempo como los adultos. Lo que para los grandes se desarrolla en un ahora, ellos los viven como se hubiera durado meses y los marca para toda la vida. Los abusos padecidos durante la infancia, una vez vualtos adultos, tenemos tendencia a reproducirlos sobre otros, o bien, sobre nosotros mismos. Si ayer me torturaron hoy no ceso de torturarme, convertido en mi propio verdugo.
Se habla mucho de los abusos sexuales que sufre la infancia, pero se pasan por alto los abusos intelectuales- embutir en la mente del niño ideas locas, prejuicios perversos, racismos, etc-, los abusos emocionales- privación de amor, desprecios, sarcasmos, agresiones verbales-, los abusos materiales- falta de espacio, cambios abusivos de territorio, abandono vestimentario, errores en la alimentación, etc-,
los abusos del ser- no nos dieron la posibilidad de desarrollar nuestra verdadera personalidad, establecieron planes en función de su propia historia familiar, nos crearon un destino ajeno, no vieron quiénes éramos, nos convirtieron en espejo de ellos, quisieron que fuéramos otro, esperaban un hombre y nacimos mujer o viceversa, no nos dejaron ver todo lo que queríamos, no nos dejaron escuchar ciertas cosas, no nos dejaron expresarnos, nos dieron una educación que consistía en la implantación de límites-.
En cuanto al abuso sexual, la lista es larga. Tan larga como la lista de culpabilizaciones: "Me casé obligado porque tu madre estaba encinta de ti, has sido una carga para nosotros, por tu causa dejé mi carrera, quieres irte a vivir tu vida como una egoísta, nos has traicionado, n fuiste lo que nosotros queríamos que fueras, te permites sobrepasarnos y realizar lo que nosotros no pudimos". La historia familiar está plagada de relaciones incestuosas, reprimidas o no; de núcleos homosexuales, de sadomasoquismo, de narcisismo, de neurosris sociales que, como un legado, se reproducen de generación en generación.
extracto del libro "La danza de la realidad"
jueves, 26 de julio de 2007
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